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La Navidad es una de las épocas del año en la que son bastante frecuentes las comidas abundantes, acompañadas habitualmente de la ingesta elevada de bebidas desaconsejadas (bebidas refrescantes azucaradas, bebidas alcohólicas, …). En estas fechas también es muy común que el hambre emocional sobrepase al hambre fisiológico, hasta el punto de querer comer hasta sentirnos hinchados e incómodos. Con estas ingestas compulsivas que se repiten frecuentemente en un corto intervalo de tiempo, se crea un hábito peligroso que, de no gestionarse de manera adecuada a tiempo, puede acabar repercutiendo negativamente sobre nuestro organismo, no sólo con el aumento visible de peso, sino también sobre nuestra salud.

En este post marcaremos las diferencias entre el hambre biológica y el hambre emocional. Además, contaremos cómo se da el círculo vicioso del comer compulsivo y las consecuencias negativas que éste conlleva a nuestra salud.

ANSIEDAD POR COMER

Cada vez es más frecuente encontrarnos con personas que comen de manera compulsiva, pero no sólo lo hacen durante épocas como la navideña, sino también de forma habitual sin ser conscientes de ello. Este es un grave problema, pues, en los casos más extremos, puede incluso acabar desencadenando un trastorno de la conducta alimentaria, que se conoce como el trastorno por atracón.

Es muy habitual que detrás de este comer de manera compulsiva se encuentre la ansiedad por comer. Si no somos capaces de controlar esta emoción, el riesgo de estar constantemente picoteando alimentos será mayor. Sin embargo, es importante diferenciar también si esa ansiedad por comer está teniendo lugar de manera momentánea (por ejemplo, ante una época de exámenes, durante el embarazo y la lactancia, …) o lleva sucediéndose durante un tiempo prolongado.

HAMBRE FISIOLÓGICA VS HAMBRE REAL. CÍRCULO VICIOSO DEL COMER COMPULSIVO

Para entender por qué existe el hábito de comer compulsivamente, hemos de distinguir entre:

  • Hambre fisiológico o real. Esta se define como “sensación de hambre que se produce por la escasez de energía y por la necesidad de nutrientes”. Una señal característica propia de este tipo de hambre es “cuando nos suenan las tripas”. Como respuesta hormonal a la misma tiene lugar el aumento de los niveles de grelina (hormona del hambre).
  • Hambre hedónico o emocional. Se trata de aquella “sensación de hambre que se produce por el simple placer de comer” (no existe necesidad fisiológica, sino emocional). Suele ocurrir cuando se dan situaciones como estrés, ansiedad, tristeza o incluso aburrimiento. En gran parte de los casos, las personas que comen de manera emocional se encuentran cansadas de hacer multitud de dietas diferentes con las que no logran alcanzar el objetivo buscado.
HAMBRE FISIOLÓGICO o REAL HAMBRE HEDÓNICO o EMOCIONAL
Propio de una necesidad fisiológica Desencadenado por emociones
Aparece de manera gradual Surge de repente
Se calma con cualquier alimento Se calma con alimentos determinados (sobretodo hiperpalatables)
Puede soportarse Requiere satisfacerse de forma inmediata
No provoca sentimiento de culpa Sí provoca sentimiento de culpa
La ingesta finaliza cuando nos saciamos Es común que la ingesta continúe una vez saciados

En las situaciones en las que una persona come compulsivamente, el hambre hedónico predomina sobre el hambre fisiológico. Cuando la comida ingerida en elevadas cantidades es especialmente palatable y apetecible, se activa un mecanismo de recompensa a nivel cerebral que hace que dicha ingesta nos produzca una sensación de placer y de bienestar. Al ser reconocida esa ingesta como algo placentero, se genera un mecanismo adictivo, hasta el punto de llegar a convertirse en un hábito para la persona. Esto suele provocar un sentimiento de culpa que da lugar a estrés, a sobrepeso, a obesidad y lleva a la búsqueda de dietas muy restrictivas para perder peso a raíz de la mayor ingesta de alimentos, creando así un círculo vicioso como el que se muestra en la siguiente imagen.

CONSECUENCIAS PARA LA SALUD DE COMER COMPULSIVAMENTE

  • Sobrepeso y obesidad.
  • Diabetes
  • Aumento de colesterol y de triglicéridos sanguíneos.
  • Problemas digestivos (gases, estreñimiento, dolor estomacal, …)
  • Alteraciones psicológicas y emocionales (aislamiento social, inseguridad, insomnio, depresión, sentimiento de culpa y de vergüenza, tristeza, arrepentimiento, …)
  • Alteraciones de sueño (especialmente cuando el hábito tiene lugar de manera nocturna)

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