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Es común escuchar, en multitud de ocasiones, frases como “el estrés me hace engordar” o “he engordado por culpa del estrés”, lo que nos hace preguntarnos; ¿una persona que sufra estrés de manera frecuente tiene mayor tendencia a aumentar de peso?

En este artículo contestamos a esa pregunta, al mismo tiempo que definimos lo que es el estrés, qué provoca en nuestro organismo y cómo se relaciona con la alimentación.

¿Qué es el estrés?

El término estrés se utiliza ampliamente en el campo de la medicina, en el de la psicología y en el de la psiquiatría. También es un concepto utilizado a nivel popular para expresar diferentes situaciones emocionales. Para unos, el estrés es sinónimo de sobresalto ante una exigencia, como una alta carga de trabajo, para otros puede ser una respuesta ante un cambio y también puede utilizarse para expresar un malestar difuso; “estoy estresado”. En cualquier caso, de forma más habitual, el término estrés suele utilizarse para referirse a una tensión sostenida.

La realidad es que el estrés es un mecanismo de supervivencia de los seres humanos y también de los animales, que produce una reacción natural de activación del organismo, mediante una descarga masiva de hormonas de las glándulas suprarrenales -como la adrenalina y el cortisol-, con la finalidad de preparar al organismo para escapar de un peligro o de una situación de tensión. 

La adrenalina, o epinefrina, sirve para estimular el sistema nervioso simpático, de modo que aumenta la frecuencia cardíaca, dilata las vías aéreas y acelera el ritmo de la respiración, al mismo tiempo que aumenta la tensión de la musculatura y agudiza la vista y el oído.

Por otra parte, el cortisol es una hormona implicada en muchas funciones del organismo, por ejemplo en el incremento del nivel de azúcar en sangre (glucemia), en el funcionamiento del sistema inmune y también en el metabolismo de las grasas, las proteínas y los hidratos de carbono.

Ante una situación de estrés, el organismo responde aumentando los niveles de adrenalina para estimular el sistema simpático, y los de cortisol, para movilizar las reservas energéticas. Gracias al cortisol, la glucosa se incorpora al torrente sanguíneo, se incrementa el estado de alerta y aumenta la actividad cerebral y la concentración.

Un cierto nivel de estrés puede considerarse incluso gratificante como el que sentimos, por ejemplo, al ver una película de suspense. Hay personas que con un cierto grado de tensión se sienten más activas y con más ganas de realizar actividades.

No obstante, no todas las personas vivimos el estrés de la misma manera. Hay personas que buscan estímulos que les aporten cierto grado de tensión para obtener satisfacción, por ejemplo, realizando deportes de riesgo, mientras que otras se sienten más confortables en condiciones tranquilas, evitando las emociones fuertes.

Estrés agudo y estrés crónico

Podemos distinguir dos tipos diferentes de estrés; 

El primero es el denominado estrés agudo, o de corta duración, que se origina de forma repentina y provoca una reacción emocional primaria, disparando los niveles de adrenalina y cortisol en sangre, pero, al cabo de un tiempo más o menos breve el organismo se recupera solo.

Y el estrés crónico, o de larga duración. Este se produce de manera persistente, por un hecho traumático sostenido como pueda ser una enfermedad o un problema laboral. En estos casos, los niveles de adrenalina y cortisol no son tan altos, pero el malestar continuado puede llegar a ser insoportable.

Este segundo tipo de estrés, el estrés crónico, puede afectar gravemente a la salud si se da en personas con una mala alimentación o que sigan unos hábitos de vida poco saludables.

El ritmo de vida actual hace que el estrés sea un problema muy extendido en nuestra sociedad, por diversos motivos como la falta de tiempo y el exceso de obligaciones o de ambiciones. Si alguien quiere hacer más de lo que puede o lo hace con prisas, se encontrará desbordado, sentirá frustración y esto le llevará a desarrollar conductas y reacciones que no controla. Así se puede entrar en un círculo vicioso en que el mismo estrés provocará más estrés.

Las consecuencias físicas del estrés crónico pueden ocasionar molestias digestivas, cansancio, descansar mal…mientras que, a nivel emocional, una persona con estrés crónico se sentirá más irritable, tendrá mal humor, se alterará por pequeños contratiempos y podrá tener sensación de incomprensión frente al resto de personas.

El estrés y la alimentación

Son muchas las personas que utilizan la alimentación como un recurso para calmar el estrés, tomando alimentos considerados como gratificantes, por ejemplo, el chocolate, los helados, las galletas o, en general, productos muy calóricos.

Esta relación que se produce entre la conducta alimentaria y el estrés forma parte de la tendencia de comer en ausencia de hambre, como respuesta a situaciones emocionales, lo que comúnmente se conoce como “comer por ansiedad” o “sobrepeso emocional”. Esta conducta provoca una ingesta de calorías mayor de la normal, cuya consecuencia directa es la tendencia a aumentar de peso.

Además, el estrés crónico puede afectar a los hábitos alimenticios del día a día, dificultando comer saludablemente y favoreciendo la adopción de conductas desordenadas como comer cualquier cosa, a deshoras y sobre la marcha, a veces incluso mientras se sigue trabajando y sin la adecuada relajación, o incluso alternar saltarse comidas con ingestas copiosas, además de picar entre horas de manera continuada productos insalubres que alteran el correcto equilibrio alimentario.

Todos estos factores directamente relacionados con el estrés pueden desembocar en un aumento de peso. Para que esto no suceda, primero será necesario conocer las causas que originan ese estrés y, posteriormente, regularizar la conducta alimentaria con unos hábitos más adecuados.relacion entre estres y la comida

El estrés y el sueño

Otra de las consecuencias del estrés crónico es su influencia sobre el descanso. Una persona con estrés tendrá un sueño de peor calidad, debido a los altos niveles de cortisol.

Habitualmente, el cortisol mantiene un ritmo circadiano; hacia las 20:00 horas desciende y a partir de las 7 de la mañana aumenta para incrementar la vitalidad. Es por ello que el estrés también influye en la facilidad para aumentar de peso, ya que un descanso nocturno insuficiente provoca que los niveles de cortisol no bajen lo suficiente, lo cual, por mecanismos metabólicos complejos esto predispone a la obesidad.

Para que el cortisol no se dispare, es importante mantener una dieta equilibrada, dormir las horas adecuadas y, sobre todo, evitar el estrés.

relacion entre el estres y el sueño

Recomendaciones

Éstos son algunos de nuestros consejos para manejar adecuadamente el estrés, con el objetivo de evitar un aumento de peso;

  • Es necesario reconocer e identificar las sensaciones que indican que tenemos estrés; irritabilidad, ansiedad, descanso insuficiente, …
  • Debemos aprender a gestionar esas situaciones que nos generan estrés, tomar distancia y pensar en cómo solucionarlas, así como pedir ayuda a otras personas.
  • Es importante ser capaces de diferenciar el hambre real del “hambre emocional” o desencadenada por situaciones de estrés.
  • Evitar los alimentos como recurso para calmar el estrés y buscar esa sensación gratificante en otras distracciones o actividades.
  • Mantener unos horarios regulares, con una dieta variada y equilibrada y comer 5 veces al día.
  • Realizar ejercicio físico de manera regular, mínimo 30 minutos al día o 150 minutos a la semana.

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Dr. Fermín Plata

Dr. Fermín Plata

Abjunto Departamento Médico NutriCare.

Colegiado: 111104161
Médico Especialista en Medicina de la Educación Física y el Deporte.
Master en Medicina y Ciencias aplicadas al deporte. Universidad de Cádiz.
Director Médico del Centro Municipal de Medicina del Deporte del Excmo. Ayuntamiento de Jerez de la Frontera.

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